En vísperas del 1º de Mayo, de un nuevo aniversario del Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina, tengo el honor de acceder al pedido de la productora del blog Cultura Aérea y reflexionar sobre el significado de la recordación que se realiza anualmente.
Sin entrar en consideraciones políticas que no le competen, antes que nada la FAA rescata el accionar de la Institución en los once años previos al conflicto. En 1971 el amerizaje de un anfibio Albatros de la Base Aérea de Tandil, frente a la rada de Puerto Argentino, marcó el comienzo de una política de entendimiento con los pobladores de las islas. Durante ese lapso, el acercamiento se afianzó con 1515 vuelos de transporte efectuados con diferentes aviones de la empresa LADE operada por la FAA (21.597 pasajeros trasladados). Fue un esfuerzo ampliamente justificado porque rompió el aislamiento de los isleños y lentamente fue ganando espacio en sus corazones. Y todo, en función de una política de seducción que se derrumbó el 2 de abril de 1982.
Con relación a las acciones militares, el primer sentimiento que aflora al rememorar el comienzo del conflicto de 1982 es de dolor y recogimiento. Dolor por la sangre derramada. Recogimiento y oración por las cincuenta y cinco almas de los hombres de la institución que, en lo mejor de su juventud, ofrendaron la vida en el altar de la defensa de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas, reconquistadas después de 150 años de haber sido usurpadas por la fuerza.
El segundo sentimiento es de orgullo profesional. El sano orgullo de la fuerza armada más joven de la nación que fue bautizada con el fuego sin estar equipada ni adiestrada. Pero no por negligencia institucional, sino porque así lo establecían sus responsabilidades operacionales asignadas en la legislación vigente. Sin el equipamiento ni adiestramiento adecuado para enfrentar a un poderoso enemigo especializado en el ambiente aeromarítimo, que le era ajeno, la FAA no eludió el compromiso asumido por la conducción política del país y se empeñó en un combate desigual con los antiguos medios que disponía.
La Fuerza Aérea, tal vez, podría haber argumentado que los riesgos que implicaba la operación eran inaceptables y, limitado su participación a las acciones en que los cálculos le auguraban un mínimo de éxito. Pero no, los hombres del aire, incluyendo a aviadores navales y civiles, aceptaron el desafío. No es oportuno mencionar los logros de las operaciones aéreas en el conflicto del Atlántico Sur, que fueron muchos y muy eficaces. Por el contrario, es necesario puntualizar que la aviación argentina combatió con profesionalismo, con una decisión y coraje que, aún hoy, es motivo de estudio por los analistas de la historia militar de todo el mundo.
La FAA recuerda la gesta de Malvinas con la esperanza de que algún día vuelvan a ser argentinas. Las islas, si antes de la guerra eran una sombra que se movía en el imaginario ciudadano reivindicada sólo por mapas de cuadernos y declamaciones alegóricas, a partir de la muerte de los héroes que combatieron, está regada con la sangre de los hijos de la patria y como tal, forman parte de las entrañas mismas de la Nación.
Comodoro (R ) Oscar Luis Aranda Durañona
Director de Estudios Históricos de la FAA
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